Los carbohidratos son uno de los tres macronutrientes, junto con las proteínas y las grasas, esenciales para una buena alimentación. Proporcionan energía al cuerpo y combustible al cerebro, además de desempeñar diversas funciones.
Los carbohidratos se encuentran en muchos tipos de alimentos, como el pan, las frutas, las verduras, los cereales y los productos lácteos.
¿Es posible entonces vivir sin azúcar?
Antes de considerar si es posible vivir sin él, veamos cuáles son sus funciones en el organismo.
El papel del azúcar en el organismo
Una vez que entra al torrente sanguíneo, la glucosa puede convertirse inmediatamente en energía o almacenarse como glucógeno en el hígado y los músculos. Esta reserva varía de una persona a otra, pero en promedio, un hombre de estatura promedio y 70 kg de peso puede almacenar unos 100 gramos de glucógeno en el hígado.
Cuando se suspende el consumo de carbohidratos durante varias horas, el glucógeno hepático se descompone en glucosa y se libera al torrente sanguíneo para mantener los niveles de glucosa en sangre en un nivel adecuado, evitando así una caída excesiva de la concentración de azúcar en sangre. Esto difiere del glucógeno almacenado en los músculos, que permanece disponible localmente para satisfacer las necesidades energéticas musculares y no puede liberarse a la sangre para alimentar a otras células.
La glucosa es el principal combustible del cerebro, esencial para su funcionamiento óptimo y el mantenimiento de funciones vitales como la respiración y la transmisión de señales nerviosas. El cerebro consume aproximadamente el 20 % de nuestra ingesta energética diaria.
Lípidos: otro combustible para el cuerpo
La glucosa no es el único combustible que el cerebro puede utilizar. El cerebro puede usar cetonas para satisfacer gran parte de sus necesidades energéticas.
Tras un periodo de 24 a 48 horas sin ingerir carbohidratos, las reservas de glucógeno del cuerpo se agotan gradualmente. Es en este punto que el hígado intensifica la producción de compuestos hidrófilos, conocidos como cetonas, resultantes de la descomposición de los ácidos grasos. Estas cetonas se generan a partir de las grasas consumidas o de las reservas lipídicas del cuerpo. Pueden entonces atravesar la barrera hematoencefálica para proporcionar una fuente de energía esencial para el cerebro.
Estudios han revelado que, para algunas personas que siguen una dieta cetogénica estricta, caracterizada por una baja ingesta de carbohidratos (como alimentos azucarados, pan, pasta, arroz, jugos, etc.) y una alta ingesta de grasas (como carnes rojas, pescado azul, quesos, mantequilla, aguacates, nueces y semillas, etc.), las cetonas pueden representar hasta el 50% de sus necesidades energéticas basales e incluso hasta el 70% de las necesidades energéticas del cerebro.
La dieta cetogénica se conoce desde hace casi un siglo, pero ha recuperado interés desde mediados de la década de 1990. Se basa en una reducción significativa de la ingesta de carbohidratos, acompañada de un aumento sustancial del consumo de grasas, lo que estimula la producción endógena de cuerpos cetónicos.
Sin embargo, para las personas acostumbradas a una dieta alta en carbohidratos que deciden eliminar el azúcar de su dieta, es necesario un período de adaptación. El cerebro, acostumbrado a funcionar principalmente con glucosa, seguirá utilizando las reservas corporales durante un tiempo. Una vez que el cuerpo se ha adaptado a una dieta muy baja en carbohidratos o incluso sin carbohidratos, el cerebro comienza a utilizar cetonas para cubrir gran parte de sus necesidades energéticas, mientras que el hígado produce la cantidad necesaria de glucosa para cubrir los requerimientos restantes, como lo indica un estudio de 2017.
Contraindicaciones
Se recomienda precaución al considerar la dieta cetogénica, ya que puede causar diversos efectos secundarios, algunos de ellos graves. Estos incluyen sed intensa, náuseas y dolor abdominal. Además, el estado de cetosis inducido por esta dieta requiere un aumento significativo en la ingesta de agua y minerales esenciales como calcio, potasio y magnesio.
Además, eliminar el azúcar de la dieta también conlleva riesgos. De hecho, lograr tal objetivo es prácticamente imposible, dado que la mayoría de los alimentos, incluso en pequeñas cantidades, contienen carbohidratos. Una dieta drástica con restricción de carbohidratos implicaría renunciar a verduras, frutas y otros alimentos beneficiosos para la salud. A pesar de su contenido en azúcares simples, limitar su consumo no parece aconsejable.
Conclusión
No es imposible vivir sin azúcar, sin embargo, es fundamental seguir con cuidado dicha dieta y complementarla con una dieta equilibrada para evitar cualquier riesgo, controlando al mismo tiempo los posibles efectos adversos para el paciente o deportista en cuestión.
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Bibliografía: